lunes, 2 de septiembre de 2013

Plantando Semillas

Las ardillas son animales que pertenecen a la familia de los roedores los cuales pueden llegar a medir hasta 35 cm.  Una de sus habituales características es la de tener una cola tan larga, que llega tener el mismo tamaño que su cuerpo.

Lar ardillas se alimentan de frutos secos, sobre todo avellanas, semillas, bayas, hojas, raíces y en especial nueces y castañas. Esto debido a su gran habilidad para quitar la cáscara de estos frutos secos. En los tiempos en que la comida es abundante,  reservan una parte para comerla en tiempo de escasez.  Por lo cual, suelen esconder los frutos secos enterrándolos en el suelo, pero lamentablemente la memoria no es precisamente un punto fuerte de las ardillas, por lo que suelen olvidar el lugar donde enterraron sus alimentos.  Al no encontrarlos, la semilla germina, echa raíces, crece y se fortalece hasta transformarse en un árbol.  Hoy en día se estima que la gran mayoría de los arboles en Europa fueron plantados por estos simpáticos roedores.

Llamativamente, los seres humanos tenemos reacciones similares,  pues solemos olvidar el 80 % de todo lo que se aprende y percibimos durante el día, especialmente si de lo que se trata es de  recordar a personas, sus nombres o  fisonomías.

A veces le hablamos de Dios a las personas, pero al poco tiempo, olvidamos completamente su nombre, rostro y hasta las palabras que le dijimos.

Dios nos entregó una semilla (su Palabra) que nunca dejará de germinar, echa raíces y da frutos, aunque no siempre tendremos la posibilidad de verlo.

Tal vez las mejores prédicas no hayan sido expuestas por los mas famosos predicadores, sino por personas llenas de amor, que desde el anonimato le han compartido el mensaje a personas desconocidas, sin la necesidad de un púlpito ni cámaras que registren el momento. Una sola persona cara a cara con otra en alguna banca de un parque, en la celda de una prisión, en algún cuarto de hospital,  durante una misión en un recóndito lugar, en el asiento de un bus, etc.

Cualquiera que recibe el alimento de lo escrito en la Biblia lo hace con gozo, pero cuando en nuestro corazón abundan estas buenas noticias,  crece en el interior un deseo irrefrenable de compartirlo con otros.

No llevamos la cuenta de las personas a las que le hablamos de Jesús y menos aún  si perdemos el contacto con ellos,  nos olvidamos de sus nombres, rostros y hasta de lo que les dijimos. Pero aún así, debemos estar confiados que la semilla dará fruto a su tiempo. Hagamos igual que la ardilla olvidemos nuestros logros pasados y cada día levantémonos como si no habríamos predicado a nadie.

Porque como desciende de los cielos la lluvia y la nieve, y no vuelve allá, sino que riega la tierra, y la hace germinar y producir, y da semilla al que siembra, y pan al que come, así será mi palabra que sale de mi boca; no volverá a mí vacía, sino que hará lo que yo quiero, y será prosperada en aquello para que la envié. Isaías 55:10-11

Hoy es un buen día para hablarle a alguien del amor de Jesús y aunque no volvamos a ver a esta persona, podemos tener la seguridad de que la semilla germinará, echará raíces y a su tiempo dará un precioso fruto.

Vida eterna: ¿Quiere tenerla?

Parece ser que el tema de la buena salud está en la mente de todo el mundo en estos tiempos. ¿Por qué razón es la industria de la salud un buen negocio? Porque la larga vida es una gran preocupación: la mayoría de las personas tienen el deseo innato de vivir lo más que puedan. Pero además de querer más años, las personas quieren la mejor calidad de vida posible. Sin embargo, esta necesidad de tener una vida larga y vigorosa, se centra con más frecuencia en el mundo físico¿Qué de la vida después de la muerte?
La Biblia enseña claramente que la vida eterna está disponible para toda persona (Ro 10.13). La enfermedad, los padecimientos y la muerte, están todos ligados a la vida; pero todos los que están en Cristo han vencido ya lo peor que este mundo ofrece —es decir, la muerte (1 Jn 5.4, 5). A pesar de su atractivo, los comerciales no pueden ofrecer nada comparable con la promesa de la vida eterna.
Como creyentes, debemos estar gritando este mensaje a los cuatro vientos. Las personas que nos rodean están anhelando tener una palabra de vida, pero muchos cristianos han permanecido en silencio. ¿Por qué? ¿Cómo podemos mantener en secreto aquello para lo que Dios no escatimó esfuerzos en revelar? ¡Podemos vivir para siempre!
Cuando el apóstol Juan escribió a la iglesia primitiva, Juan quiso dejar perfectamente claro que Dios ofrece a sus hijos vida eterna. Los hombres y las mujeres que están en Cristo, no deben tener ningún miedo a la muerte física, porque sus verdaderas vidas —sus vidas eternas— están seguras en Jesús.
El pasaje de 1 JUAN 5.13 es único porque Juan afirma claramente en él su propósito al escribir. El objetivo de su ministerio era fortalecer a los creyentes con la fe inquebrantable de la vida eterna en Cristo. La base para esta verdad radica en:
1. Las promesas inmutables de Dios. Una y otra vez en su evangelio y en sus cartas, el apóstol declara la garantía de Dios en cuanto a la vida eterna. Por ejemplo, cita las promesas de Jesús sobre la eternidad, en Juan 3.16; 6.40; 10:27-30.
2. El amor incondicional de Dios. Nuestro Padre celestial nos ama tanto, que quiere relacionarse eternamente con cada uno de nosotros. Para lograr esto, Él demostró su amor de una manera asombrosa: al darnos la salvación a un gran precio (Ro 5.6-11; 8.3-39).
3. La obra consumada por Cristo en la cruz. Al ofrecer su vida en sacrificio expiatorio por nosotros, Jesús proveyó el medio de salvación de una vez por todas. Nuestra parte es aceptar el regalo que Él nos da sin restricciones (He 10.23-28).
4. El testimonio del Espíritu de Dios a nuestro corazón. Nuestro Padre celestial pone su Santo Espíritu en cada creyente para dar testimonio de la verdad de nuestra salvación (Ro 8.15-17).