lunes, 2 de septiembre de 2013

Vida eterna: ¿Quiere tenerla?

Parece ser que el tema de la buena salud está en la mente de todo el mundo en estos tiempos. ¿Por qué razón es la industria de la salud un buen negocio? Porque la larga vida es una gran preocupación: la mayoría de las personas tienen el deseo innato de vivir lo más que puedan. Pero además de querer más años, las personas quieren la mejor calidad de vida posible. Sin embargo, esta necesidad de tener una vida larga y vigorosa, se centra con más frecuencia en el mundo físico¿Qué de la vida después de la muerte?
La Biblia enseña claramente que la vida eterna está disponible para toda persona (Ro 10.13). La enfermedad, los padecimientos y la muerte, están todos ligados a la vida; pero todos los que están en Cristo han vencido ya lo peor que este mundo ofrece —es decir, la muerte (1 Jn 5.4, 5). A pesar de su atractivo, los comerciales no pueden ofrecer nada comparable con la promesa de la vida eterna.
Como creyentes, debemos estar gritando este mensaje a los cuatro vientos. Las personas que nos rodean están anhelando tener una palabra de vida, pero muchos cristianos han permanecido en silencio. ¿Por qué? ¿Cómo podemos mantener en secreto aquello para lo que Dios no escatimó esfuerzos en revelar? ¡Podemos vivir para siempre!
Cuando el apóstol Juan escribió a la iglesia primitiva, Juan quiso dejar perfectamente claro que Dios ofrece a sus hijos vida eterna. Los hombres y las mujeres que están en Cristo, no deben tener ningún miedo a la muerte física, porque sus verdaderas vidas —sus vidas eternas— están seguras en Jesús.
El pasaje de 1 JUAN 5.13 es único porque Juan afirma claramente en él su propósito al escribir. El objetivo de su ministerio era fortalecer a los creyentes con la fe inquebrantable de la vida eterna en Cristo. La base para esta verdad radica en:
1. Las promesas inmutables de Dios. Una y otra vez en su evangelio y en sus cartas, el apóstol declara la garantía de Dios en cuanto a la vida eterna. Por ejemplo, cita las promesas de Jesús sobre la eternidad, en Juan 3.16; 6.40; 10:27-30.
2. El amor incondicional de Dios. Nuestro Padre celestial nos ama tanto, que quiere relacionarse eternamente con cada uno de nosotros. Para lograr esto, Él demostró su amor de una manera asombrosa: al darnos la salvación a un gran precio (Ro 5.6-11; 8.3-39).
3. La obra consumada por Cristo en la cruz. Al ofrecer su vida en sacrificio expiatorio por nosotros, Jesús proveyó el medio de salvación de una vez por todas. Nuestra parte es aceptar el regalo que Él nos da sin restricciones (He 10.23-28).
4. El testimonio del Espíritu de Dios a nuestro corazón. Nuestro Padre celestial pone su Santo Espíritu en cada creyente para dar testimonio de la verdad de nuestra salvación (Ro 8.15-17).

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