(Por Apuntes Pastorales)
Necesitamos un equilibrio sano entre la apertura al cambio y la conservación de las tradiciones inamovibles. La institución que no da apertura al cambio para dar lugar a la renovación, manteniendo su esencia, muere. El sentimiento de conocer y aprender del pasado ya no es tan claro hoy, cada vez es mayor la cantidad de personas que lo desestiman y viven anclados en el presente. Esta tendencia al presentismo convive con el resurgimiento de feroces tradicionalismos.
A la vez estamos viviendo una colosal crisis de identidad. Algunos la llaman crisis de la modernidad, otros crisis de la civilización occidental, otros, crisis de valores, otros postmodernidad, otros globalización. Como se le llame, existe una conciencia generalizada de que los fundamentos mismos de la tradición occidental y cristiana están siendo removidos y que algo esencial de aquello que dejó definida nuestra identidad, ha empezado a morir irremisiblemente. Y esta crisis alcanza a todo el mundo y a todas las esferas de la vida aunque toma diferentes matices de acuerdo a cada contexto.
En América Latina, vivimos una especie de contrariedad. Para algunas personas es inaceptable y fuera de lugar el preocuparnos por la postmodernidad cuando en realidad no hemos alcanzado todavía la modernidad.
En América Latina, vivimos una especie de contrariedad. Para algunas personas es inaceptable y fuera de lugar el preocuparnos por la postmodernidad cuando en realidad no hemos alcanzado todavía la modernidad.
Como parte sustancial de todo este proceso de crisis o de transición en lo económico y lo social, también se ha producido un cambio dramático en el panorama religioso en el cual vivimos y hacemos misión. Esto nos afecta no sólo porque incluye nuevos desafíos para nuestra acción misionera sino porque ha ido modificando paulatinamente nuestro rostro como evangélicos en nuestras tierras latinoamericanas. El reino del pluralismo religioso se ha acercado y ya habita entre nosotros. Y juntamente con este pluralismo, tenemos también el desafío que proviene de la renovación católica, de las comunidades carismáticas, de las agrupaciones con trasfondo oriental y de los nuevos escepticismos que son resultantes del desinterés y del individualismo que sufren amplios sectores de nuestras sociedades latinoamericanas.
Por pluralismo religioso entendemos esta tendencia actual a aceptar toda opción religiosa como válida siempre que lo sea para la comunidad o persona que la asume como suya.
La renovación católica nos está cuestionando desde hace mucho tiempo. Ya no podemos definirnos como evangélicos por distinguirnos en ser hermanos que enarbolamos la Biblia, porque hoy los católicos tienen en alta estima la Biblia y aun más alto muchas veces que los evangélicos. Y no solamente esto es válido en relación con la Biblia sino con otros aspectos de la vida cristiana como la evangelización entusiasta, la vida congregacional, la oración y el liderazgo laico.
Los cultos con trasfondo oriental también nos desafían, especialmente por su propuesta de cuidado del cuerpo en lo cual son aun más radicales, con el añadido que nos pone en desventaja de alcance que estos cultos orientales no tienen exigencias dogmáticas ni éticas, de modo que resultan mucho más atractivos, sobre todo para la juventud...
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Por Apuntes Pastorales (www.apuntespastorales.com)
Cuan cierto...
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