Lar ardillas se alimentan de frutos secos, sobre todo avellanas, semillas, bayas, hojas, raíces y en especial nueces y castañas. Esto debido a su gran habilidad para quitar la cáscara de estos frutos secos. En los tiempos en que la comida es abundante, reservan una parte para comerla en tiempo de escasez. Por lo cual, suelen esconder los frutos secos enterrándolos en el suelo, pero lamentablemente la memoria no es precisamente un punto fuerte de las ardillas, por lo que suelen olvidar el lugar donde enterraron sus alimentos. Al no encontrarlos, la semilla germina, echa raíces, crece y se fortalece hasta transformarse en un árbol. Hoy en día se estima que la gran mayoría de los arboles en Europa fueron plantados por estos simpáticos roedores.
Llamativamente, los seres humanos tenemos reacciones similares, pues solemos olvidar el 80 % de todo lo que se aprende y percibimos durante el día, especialmente si de lo que se trata es de recordar a personas, sus nombres o fisonomías.
A veces le hablamos de Dios a las personas, pero al poco tiempo, olvidamos completamente su nombre, rostro y hasta las palabras que le dijimos.
Dios nos entregó una semilla (su Palabra) que nunca dejará de germinar, echa raíces y da frutos, aunque no siempre tendremos la posibilidad de verlo.
Tal vez las mejores prédicas no hayan sido expuestas por los mas famosos predicadores, sino por personas llenas de amor, que desde el anonimato le han compartido el mensaje a personas desconocidas, sin la necesidad de un púlpito ni cámaras que registren el momento. Una sola persona cara a cara con otra en alguna banca de un parque, en la celda de una prisión, en algún cuarto de hospital, durante una misión en un recóndito lugar, en el asiento de un bus, etc.
Cualquiera que recibe el alimento de lo escrito en la Biblia lo hace con gozo, pero cuando en nuestro corazón abundan estas buenas noticias, crece en el interior un deseo irrefrenable de compartirlo con otros.
No llevamos la cuenta de las personas a las que le hablamos de Jesús y menos aún si perdemos el contacto con ellos, nos olvidamos de sus nombres, rostros y hasta de lo que les dijimos. Pero aún así, debemos estar confiados que la semilla dará fruto a su tiempo. Hagamos igual que la ardilla olvidemos nuestros logros pasados y cada día levantémonos como si no habríamos predicado a nadie.
Porque como desciende de los cielos la lluvia y la nieve, y no vuelve allá, sino que riega la tierra, y la hace germinar y producir, y da semilla al que siembra, y pan al que come, así será mi palabra que sale de mi boca; no volverá a mí vacía, sino que hará lo que yo quiero, y será prosperada en aquello para que la envié. Isaías 55:10-11
Hoy es un buen día para hablarle a alguien del amor de Jesús y aunque no volvamos a ver a esta persona, podemos tener la seguridad de que la semilla germinará, echará raíces y a su tiempo dará un precioso fruto.